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En la última década las dinámicas de movilidad humana se han transformado profundamente. De un país netamente emisor, Uruguay ha pasado a ser también un país de tránsito y asentamiento de población migrante y refugiada, evidenciando un cambio en las formas de inserción a  circuitos de movilidad a nivel regional. A nivel local estos cambios son percibidos en los datos estadísticos; pero también de forma espontánea, en los espacios urbanos y rurales donde se concentra la residencia de población migrante; así como en las actividades económicas que más han incorporado esta mano de obra disponible. La presencia de idiomas, acentos y estilos de vida hasta ahora poco frecuentes, interpela a la sociedad uruguaya y la tónica de interpretación dada a este nuevo contexto es la de la novedad.

Tradicionalmente el principal origen de personas extranjeras en nuestro país fue Argentina y Brasil; fenómeno vinculado a dinámicas de frontera, familias binacionales y formas de ocupación estacional. A partir de 2013 se registra un aumento de la población originaria de países latinoamericanos no fronterizos con Uruguay, entre los que destacan, primero República Dominicana, luego Cuba y por último Venezuela. Para 2017, la población venezolana supera a la argentina en número de residencias otorgadas; en 2019, el número de personas extranjeras con menos de cinco años residiendo en el país aumentó un 80% en relación a lo registrado en el censo de 2011 (Prieto y Márquez, 2019, p.3). Esto ha generado diversos desafíos para garantizar condiciones apropiadas para el ejercicio de los derechos garantizados en la ley de Migración (en igualdad de condiciones que la población nacional). Acceso a la vivienda, salud, educación y trabajo en condiciones decentes, han sido dimensión particularmente destacadas por la producción académica nacional (Uriarte, 2019) y también identificadas en la cobertura de los medios de comunicación. 

Simultáneamente, el número de solicitantes de asilo y refugiados aumentó en el país, incorporando a las movilidades forzadas dentro y fuera del continente en los circuitos de movilidad regional, personas originarias de diferentes países del mundo,  trayectorias y desplazamiento poco habituales, comenzaron a ser más visibles, aunque siempre conectados a situaciones de excepcionalidad. A partir del 2015, el número de solicitudes de asilo aumentó exponencialmente con la utilización de los procedimientos de refugio como estrategia para eludir medidas restrictivas que el estado uruguayo coloca a ciudadanos de algunos países (visas). Sumando a este contexto, a las dos iniciativas oficiales de reasentamiento de población refugiada llevadas adelante a partir de 2014, el refugio, la protección internacional y los derechos de estas personas a ser asistidos por la comunidad internacional han cobrado relevancia. Una temática que hasta el momento permanecía invisibilizada, pasó a ser objeto de apoyo o críticas por parte de la opinión pública y acabó siendo un tema profundamente politizado (Uriarte y Montealegre, 2018). 

Pero la movilidad humana no es una novedad para el país. La historia del Uruguay está atravesada por dinámicas demográficas, que han determinado no solamente el volumen y algunas de las características de la población, sino también las formas en las que la sociedad uruguaya habla sobre sí misma. En los primeros años de vida independiente del país el arribo de inmigrantes de origen europeo fue un elemento fundamental para el crecimiento demográfico y económico del Uruguay emergente, y continuó con menor intensidad hasta mediados del siglo XX (Arocena, 2009). La inmigración, fundamentalmente española e italiana, sedimentó como una idea-fuerza que construye al Uruguay como unidad política y cultural en tanto resultado unilateral de la inmigración europea. Los relatos en torno al éxito de los procesos de integración social y económica de estos migrantes, en gran medida selectivos, ha contribuido al proceso de hegemonización la idea de un país moderno, urbano, constitutivamente laico y democrático (Taks, 2006). 

No solamente la inmigración ha dejado huellas en las narrativas nacionales en torno a quienes somos, nuestro pasado y nuestro futuro como sociedad. Al país receptor, se le suma un extenso período histórico que transformó al Uruguay en un país expulsor, cristalizada sobretodo en dos grandes momentos: el exilio producido por la crisis política y el periodo dictatorial a partir de los ‘60 y ‘70; y la migración económica iniciada en los ‘90 y acentuada a partir de 2000 con la crisis económica y financiera (OIM, 2011). Un importante núcleo de producciones artísticas, desde la literatura, música y producción audiovisual, han dado cuenta de este fenómeno de casi cincuenta años de saldo migratorio negativo. Investigaciones académicas han asociado esa característica de emisión de población acentuada en algunos períodos pero presente a lo largo de la historia, como una estructura económica y demográfica expulsiva. Sin embargo esa interpretación que apunta a las dificultades históricas del país para retener tanto a población nativa como a población migrante, no ha calado en los discursos colectivos. Parece ser que la idea de “crisis”, por excepción y confirmación de la regla, al dialogar con la representación de un país fundado por inmigrantes se ajusta mejor al imaginario nacional.

Es así, que si bien podemos decir que la migración regional en Uruguay es un fenómeno reciente, su comprensión y evaluación por parte de la sociedad y los medios de comunicación retoma los imaginarios y representaciones específicas de un relato nacional construido en torno a la inmigración y el asilo de población europea de fines del siglo XIX y comienzos de siglo XX. El protagonismo que la movilidad humana ha adquirido en la sociedad uruguaya y la multiplicidad de sentidos, significados y discursos que se construyeron en torno a estos en la sociedad receptora, representan un gran desafío a la comprensión de las nuevas formas de  convivencia cotidiana. En este marco se inscriben las interpretaciones sobre las actuales dinámicas de ingreso al país de personas migrantes y refugiadas; y con el que están dialogando los discursos de prensa analizados en este observatorio.

 

Referencias

Arocena, Felipe. (2009). “La contribución de los inmigrantes en Uruguay”. Papeles del CEIC. International Journal on Collective Identity Research (2). Recuperado de https://ojs.ehu.eus/index.php/papelesCEIC/article/view/12253

Prieto, Victoria y Márquez, Clara. (2019). Inclusión social de inmigrantes recientes que residen en viviendas particulares de Uruguay. Documentos de trabajo, Programa de Población, FCS, Udelar. Recuperado de: https://www.colibri.udelar.edu.uy/jspui/bitstream/20.500.12008/23222/1/DT%20UM-PP%2004.pdf

Organización Internacional para las Migraciones (OIM) (2011). Perfil Migratorio del Uruguay. Montevideo: OIM.

Taks, Javier. (2006). “Migraciones internacionales en Uruguay: de pueblo trasplantado a diáspora vinculada”. Theomai, 14, 139-156. Recuperado de http://revista-theomai.unq.edu.ar/numero14/ArtTaks.pdf

Uriarte, Pilar. y Montealegre, Natalia. (2018). “Al menos un puñado de gurises”. Una experiencia de reasentamiento de niños sirios en Uruguay. Athenea Digital. Revista de pensamiento e investigación social, 18(1), 91-112. Doi: https://doi.org/10.5565/rev/athenea.2217»Uriarte, P. 

Uriarte, Pilar. (2019). Del dicho al hecho. Algunas consideraciones sobre la implementación de una política migratoria con perspectiva de derechos humanos. En Movilidad humana (pp. 38-51). Montevideo: Secretaría de los Derechos Humanos, Presidencia de la República Oriental del Uruguay.

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